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El euro catalán

El Parlamento Europeo prohíbe la fabricación y venta de artículos como este. El arma secreta de los soberanistas: «euros catalanes» calcados a los originales. Han acuñado 8.000 piezas en China, que venden de forma semiclandestina en internet. Hallamos a su creador en un pueblo de la montaña de Lérida.

Dice Miquel que es el padre. «Se me puede atribuir a mí la iniciativa, sí». Para hablar con él no ofrece más alternativa que el correo electrónico: monedes@catalunya.org. No quiere dar su teléfono, ni su nombre completo. Tampoco decir que es de Lérida. Miquel a secas. Ni siquiera en la página de Facebook que él y los suyos tienen registrada (monedesrepublica) hay alguien que dé la cara.

Así de emboscados se mueven la veintena de supuestos numismáticos catalanes, o eso dicen, que libran el último embate rupturista: dar cuerpo metálico a la «primera prueba» de un euro para la República Catalana. Han arrancado con una «edición limitada»: 8.000 monedas. De dos euros. De uno. De cincuenta céntimos... Menos de un milímetro de diámetro las separa en tamaño de las medidas reales de la moneda única europea. Porque el primer euro catalán ha sido fabricado a su imagen y semejanza.

Crónica localiza «en un pueblo de la montaña» de Lérida al líder del grupo que atesora el gran secreto: el euro «de latón y baño», con castellers en lugar del rey en el anverso. Una réplica falsona que se disfraza de la moneda europea en curso y que han hecho circular con gran éxito por el mercado libre de internet y sobre el tapete estelado de la independencia. Ya preparan una segunda tirada más ambiciosa.

Ellos mueven ficha y ni de lejos lo viven como un simple juego. «Es obvio el componente político», se sincera Miquel. No ve pecado alguno en ello, y no sólo porque, como argumenta, «hasta el Vaticano acuña pruebas [de monedas] no legales». «Las nuestras no son de curso legal...», insisten. «Serían fichas o medallas aunque se acuñan con prensas de gran tonelaje, similares en procedimiento al de una ceca nacional» como la de la Fábrica de Moneda y Timbre.

Los vientos pro independentistas desatados por Artur Mas y Oriol Junqueras han soplado a favor de la «falsa» moneda. «Obviamente hemos aprovechado una situación favorable para emitir y distribuir las piezas», dice Miquel. La distribución, inicialmente, se circunscribió a «las amistades de Facebook». Ahora, agotadas todas, muchos «comerciantes numismáticos han encontrado en la reventa una fuente de ingresos... Sí, estudiamos emitir una segunda tirada, probablemente con cambios drásticos».

Ya están liquidados, y facturados, los primeros mil estuches (de ocho monedas cada uno, a un precio inicial de 10 euros que ahora se triplica y más en las subastas por eBay). Todos con un estuche protector estampado con dos palabras (República Catalana) y una bandera (la senyera). De los 10.000 euros obtenidos de la venta, el 20% ha sido entregado en donación a la causa. O, como dice Miquel, a «una entidad que trabaja a nivel local para el advenimiento de nuestro país». En las redes sociales afinan aún más: sería una organización «que trabaja para la liberación de nuestro país».

Junto a Miquel, el otro progenitor del euro catalán es el coleccionista numismático Jordi, de Tarragona, su alter ego por la causa. Eran de partida unos 20, pero cuando hubo que adelantar algo de dinero «muchos» se rajaron. «Creímos que las monedas terminarían en un cajón», cuenta Antonio, un vendedor de tabaco al por menor en Lérida y veterano subastador en eBay de monedas y antigüedades de toda índole.

A través de este hombre de 51 años que, dice, pone «a España por delante; ya me entiendes», es cómo Crónica termina llegando al emboscado Miquel. Por 25 euros de verdad (más dos de gastos de envío), este suplemento ha conseguido en apenas 24 horas la «prueba del delito»: las ocho monedas cuya imagen reproducimos en estas páginas.

En total, Antonio, que quiere evitar cualquier polémica y vende los euros catalanes y miles de objetos más «para llegar a fin de mes después de intentarlo en la hostelería», ha despachado 40 estuches de estas «primeras pruebas». Los encargos siguen llegándole, y también algún que otro reproche. Un numismático de Valencia, atónito al ver que vendía los euros catalanes de nuevo cuño, le espetó a las claras:

-¿No le da vergüenza vender estas cosas?

-No.

Hijo de andaluces, Antonio detecta un «desengaño generalizado por la política». Dice incluso que «las cosas son como son» y que el proyecto de la «Cataluña Independiente» va «a acabar mal». Como si le llegara el eco de las reuniones secretas de Francesc Homs y su «esto se nos puede ir de las manos». Aunque hasta ahora, a los demandados euros catalanes lo único que se les ha ido es la cabeza de don Juan Carlos I, Rey de España. En su lugar asoma en relieve la imagen de un castellers.

El euro catalán se engendró a varias bandas en marzo del año pasado. En un punto que nadie se muestra dispuesto a revelar entre Lérida y Tarragona. Faltaban unos días para que Artur Mas fuera de tapadillo a la Moncloa y saludara a Mariano Rajoy. Encendidos por la bandera independentista, los diseñadores de la causa se pusieron con corte y confección.

Ayudados por Autocad, «un programa de delineación profesional», borraron la cara del Rey de España y tanto blanco por rellenar resultó una festín de ideas. «A falta de president de la República Catalana», se pensó, un niño que levanta la mano izquierda al coronar un casteller. La imagen fue calcada de una fotografía de hace varios años. El icono de altura cuajó y promovieron el levantamiento de este castillo de monedas falsas de 1 y 2 euros.

De seguido, pensaron que sería bueno meter a Sant Jordi en los bolsillos de la Independencia. La lucha del santo con el dragón cubre el anverso de tres monedas: las de 50, 20 y 10 céntimos. El emblema sale de «un calco de la escultura del Pati dels Tarongers, del Palau de la Generalitat». Sin embargo, el original ha sufrido tantos cambios que es «prácticamente imposible relacionar un diseño con el otro», reconoce su creador.

Descendiendo el valor monetario, llegaron los 5, 2 y 1 céntimos de euro. Y el Ave Fénix. Dicen que es un símbolo catalán porque proviene del «diseño que el arquitecto Lluis Domenech i Montaner realizó para la revista la Renaixensa a mediados del siglo XIX». Ahí queda la explicación.

También en el Vaticano

«No hemos tenido la necesaria asesoría de profesionales» para esta su primera vez, justifica Miquel, y avanza que para la «segunda tirada ansiamos recibir asesoría» de más «historiadores, estudiosos numismáticos, etc». Los novatos dicen seguir la estela de «empresas privadas» de «Suecia, Gran Bretaña, Siberia» que acuñan «monedas de distintos países, regiones, etc». Hablan hasta de paraísos fiscales (Alderney, Guernsey) Y no queda ahí la cosa. Dicen -¿en su descargo?-que hasta el Vaticano acuña «pruebas no legales».

Empujados por la ley del deseo, y sabedores de que acuñar euros falsos está penado, Miquel y su equipo tienen su propio argumentario de salvación. «Hemos tratado de ser escrupulosos con la legislación comunitaria, que no permite emitir piezas con el mismo diámetro, composición metálica... Nuestras piezas tienen aproximadamente un milímetro menos de diámetro, el borde es liso, no están producidas con las mismas aleaciones metálicas (cobre puro para las pequeñas, latón para las medianas y latón con baño para las dos bimetálicas). Tampoco se ha adoptado el símbolo ni la palabra euro ni se han colocado las estrellas de cinco puntas tal y como se nos presentan en las monedas de curso legal».

Su conclusión: aunque lo parezcan mucho, no son monedas, «más bien fichas o medallas».

No fue fácil encontrar quien se las acuñara. Largo ha sido en viaje: 8.000 kilómetros. Lo que separa Cataluña de la «China popular» a la que apuntaba Josep Lluís Carod Rovira en 2007. En casa no pudo ser. Se pidieron «presupuestos a empresas catalanas», pero los costes de producción no fueron «asumibles».

Aunque Miquel no quiso revelar el origen de su euro, Crónica ha podido saber que en realidad viene de China. De una fábrica de fichas para máquinas tragaperras. Con cobre puro (1, 2 y 5 céntimos), con latón (10, 20 y 50 céntimos) y con latón con baño (1 y 2 euros). La maquinaria, que de eso sí presume Miquel, es «una prensa de gran tonelaje» y «similar procedimiento al de una ceca nacional encargada de emitir moneda de curso legal». Una copia casi perfecta de «diseños anteriores» de euros oficiales.

Desde Europa se alerta del «riesgo importante» sobre cualquier ficha o medalla «similar» al euro por el peligro de «utilizarse igualmente en lugar» del oficial. «Los ciudadanos pueden creer» que son «monedas de curso legal» de «los Estados miembros que han adoptado el euro o en terceros países participantes», aseguran las autoridades comunitaras. Y actúan en consecuencia: incluso hay una policía para «proteger las monedas de euro».

Para que nadie se pase la normativa por el forro de la faltriquera, la Comisión Europea tiene en París al CTCE, Centro Técnico y Científico Europeo. Son los chivatos, junto a la Oficina de Lucha Europea, que detectan irregularidades. Después, «cada Estado» debe sancionar «a fin de lograr una protección equivalente del euro contra las medallas y fichas similares en la Comunidad». Firmado: el ministro holandés Hans Hoogervorst en el Consejo Europeo, a 6 de diciembre de 2004.

El Parlamento Europeo, y su reglamento (UE) n.º 1210/2010, mantiene «prohibida» la «fabricación, venta, importación y distribución» de cualquier «medalla» si el «tamaño está dentro de la gama de referencia» o «el diseño es similar» al euro. También es motivo de prohibición si aparece «la representación geográfica y los números» como «en las monedas de euro».

Para que no se escape al control ni una perra gorda, un grupo de expertos internacionales en numismática ha colaborado con el Consejo y les viene alertando de réplicas que hacen creer que son «de curso legal» por su «diseño». «Por experiencia», confirma el conjunto de sabios, estas piezas cuelan como auténticas. De ahí que exijan que esas medallas lleven un No de curso legal «en el anverso o el reverso de la medalla o ficha». O, si no, hacerles «un agujero central superior a seis milímetros, o forma poligonal de hasta seis caras». O «fabricarlas» en «oro, plata o platino». Cosa que no ha hecho el sanedrín numismático catalán.

Conseguirlas ha sido cuestión de horas. Crónica las ha pedido por internet a Monedes de la República Catalana y ha resultado tan eficaz como por teléfono. Llegaron en 24 horas por mensajería urgente. También «se pueden localizar en el mercadillo de la Zona Franca, los domingos» en Barcelona, nos ofrecen. Y más: hay tiendas de numismática por toda España que menean sus fondos y suena a calderilla de una «Cataluña Independiente».

Este periódico ha mantenido contacto con los varios creadores y distribuidores de los euros catalanes. Aseguran que «si se adoptasen estos modelos (en un futuro) sería un homenaje a nuestra iniciativa». Aunque puestos a profundizar sobre quién anda realmente detrás, se niegan a soltar prenda. «Algunos de los detalles que nos pides son algo delicados, permítenos omitir la respuesta», responden. El jueves por la tarde, curiosamente, se borraron conversaciones en diferentes foros numismáticos. Y de seguido, dejaron de responder llamadas y correos. Emboscados nuevamente.

Quizás los atrevidos numismáticos catalanes teman el precio que les pudiera tocar pagar por no haber pedido «autorización a la Dirección General del Tesoro y Política Financiera», como exige el Banco de España. Si no se hace eso, la legislación considera ese comportamiento una «infracción administrativa». Ya sea con «fin publicitario, comercial o de venta». La multa puede superar el medio millón de euros.

La norma es clara. No puede haber moneda circulando que presente una «semejanza» con el euro oficial, aunque sólo sea «una parte». Se hagan «aquí» o, como decía Carod Rovira, «en la China Popular».

Fuente: elmundo

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