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Régimen colonial español en Potosí

Potosí colonial

El territorio del Alto Perú, sometido al dominio de los reyes de España y dependiente del virreinato de Lima, se organizó en cuatro provincias (Chuquisaca, La Paz, Potosí y Santa Cruz) bajo la autoridad de la Real Audiencia de Charcas, establecida en Chuquisaca. Cada provincia estaba regida por un gobernador y capitán general en lo político y militar. El régimen municipal estaba a cargo de los cabildos.
Los naturales habían sido reducidos a la servidumbre y repartidos entre los conquistadores, titulados encomenderos, con la misión de instruir a los indios en la religión y de reducirlos al trabajo y a la vida civilizada.

La explotación de las minas era la principal industria y atraía gran afluencia de nuevos colonizadores, procedentes de España y de los otros países de América. El real tesoro percibía, por impuestos y derechos de la corona, grandes sumas de oro y plata que se remitían a la metrópoli, como rendimiento de las minas. Los indígenas, sometidos al tributo llamado mita, contribuían con su trabajo personal y obligatorio a la explotación de las riquezas minerales en beneficio del rey.

El descubrimiento del cerro de Potosí y la fundación de la ciudad fueron el comienzo del apogeo del Alto Perú y de su preponderancia durante el período colonial. Potosí llegó a tener más de cien mil habitantes y fue en esa época la más importante y populosa de las ciudades de América.
La Casa de la Moneda fue fundada en 1572 y destinada a la acuñación de plata y oro, no sólo por cuenta de la corona, sino también de los particulares, dada la abundancia del metal extraído de las entrañas del famoso cerro.

Las enormes y pesadas maquinarias de madera, que todavía se consevan como curiosidad histórica, fueron traídas hasta Potosí a través de caminos intransitables y de distancias enormes, así como también los materiales destinados a la construcción del edificio.
La desmedida ambición de los encomenderos, que les llevaba a cometer excesos con los desgraciados indígenas, y el poco cuidado que las autoridades ponían en el cumpli¬miento de las ordenanzas dictadas por la corona, con espíritu humanitario, para aliviar las cargas que pesaban sobre los naturales, contribuyeron a determinar levantamientos parciales o generales, algunos de mucha gravedad, que demostraron el poder de la raza autóctona, señalando para los colonizadores un gran peligro.

Después del gran alzamiento del Cuzco, en los primeros años de la conquista, una de las principales sublevaciones fue la encabezada en el sud del territorio de la Real Audiencia de Charcas por Tomás Catan, indígena del pueblo de Macha que tomó las armas por no haber sido atendido en sus reclamaciones contra atropellos y exacciones cometidos en su persona y en las de otros miembros de su comunidad. Aunque las autoridades consiguieron reducirlo a prisión, y más tarde fue muerto por las tropas españolas cuando intentó fugar, sus partidarios en número de doce mil, dirigidos por los hemanos del cabecilla, pusieron sitio a Chuquisaca y causaron grandes estragos, cometiendo excesos con la población.
Con grandes esfuerzos pudo ser dominado el movimiento y gran número de jefes indígenas pagó con la vida aquella rebelión (1781).
Mientras esto sucedía en el sud, se sublevaba en Oruro Sebastián Pagador, mestizo de gran prestigio. Fuerzas enviadas desde Cochabamba sofocaron con mano de hierro aquel nuevo intento revolucionario.

Mucho tiempo atrás se habían realizado tentativas sediciosas en Potosí, con Alonso de Ibáñez (1617); en Zonga (1623); en La Paz, con Antonio Gallardo (1661); en Cochabamba, con Alejo Calatayud (1730), pero todas ellas fueron ahogadas en sangre. En 1780 se había realizado en el Cuzco la sublevación de Túpac Amáru descendiente de los incas, que fue vencido y condenado a muerte.
Consecuencia de las subleva-ciones de los Catari en el sud y de Túpac Amaru en el norte, fue el estallido que encabezó 'el indígena Julián Apaza, que se declaró virrey y adoptó el nombre de Túpac Catari, proclamó la insurrección y decretó el exterminio de la raza blanca. Este indígena era natural de Ayo Ayo, población situada entre Oruro y La Paz. Después de invadir Puno, puso sitio a la ciudad de La Paz con ochenta mil indios. Las tropas que vinieron de Oruro y Cochabamba, en auxilio de La Paz, fueron derrotadas por los sublevados, y aunque un ejército de 2.000 hombres, enviado por la Audiencia de Charcas, consiguió libertar momentáneamente a la ciudad, obligando Túpac Catari a levantar el sitio, con la retirada de estas tropas la insurrección cobró nuevos bríos y sólo un ejército de 7.000 hombres logró dispersar a la indiada, pero después de que los sublevados habían conseguido inundar La Paz, represando la corriente del río Choqueyapu y ocasionando enormes daños en la población. Antes había sido también sitiada Barata, por otro ejército de indígenas procedente del Bajo Perú restos de la sublevación de Túpac Amaru, que arrasó la población reduciéndola a escombros y haciendo perecer a casi la totalidad de sus habitantes.

El castigo que sufrió Túpac Catari fue semejante al aplicado en el Cuzco al descendiente de los incas, Túpac Amaru.

Su cuerpo, amarrado de pies y manos a cuatro caballos que partieron en distintas direc¬ciones, fue descuartizado en vida, y su cabeza colocada en una picota, en el Alto de la ciudad, para escarmiento de sus hermanos de raza.

Fuente: http://www.lapaz.ws/historia/pagina.php?sip=1


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