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Por qué España debe salirse de la Zona Euro

Manuel Balmaseda

El artículo del economista Manuel Balmaseda tiene un título que no deja lugar a dudas sobre su conclusión: Por qué España debe salirse de la zona euro. Lo que no queda claro con el título son precisamente las razones, y a explicarlas dedica todo el espacio del artículo, publicado en dos partes.

- Por qué España debe salirse de la Zona Euro I
- Por qué España debe salirse de la Zona Euro II

Comienza explicando cómo el BCE ha acomodado su política a las necesidades de Alemania y Francia, países con menores tensiones inflacionistas, que en el caso de España han llevado a la creación de una enorme burbuja crediticia que se ha manifestado especialmente en el mercado inmobiliario. Y ha enriquecido falazmente a los españoles, que veían cómo mejoraba su situación sin mejorar su productividad; es más, haciendo una contribución negativa a la competitividad de nuestra economía. El euro no sólo no ha mejorado la convergencia, sino que ha llevado a Alemania a ampliar el peso de sus exportaciones sobre su PIB, mientras que en España éste ha caído. La historia es tan conocida, que despierta siempre en el lector el interés por detenerse más en un aspecto, contar otro que se ha pasado por alto, correr sobre un tercero en que el autor se detiene… pero el relato es correcto, por lo que saltaremos directamente sobre el resto del artículo.

El villano de este relato, está claro a estas alturas, es el euro. Que, además, queda enmascarado por una conspiración política y mediática. Se señala, como la causa de los actuales males, al exceso de déficit y deuda públicas, cuando la cuestión es otra. Nos dice Balmaseda: “De verdad, ¿qué temen los mercados en el caso de España? Pues pregúntese a cualquier gestor de fondos extranjero y sabremos que los inversores privados no quieren comprar deuda española a 10 años por el temor a que, para entonces, España haya sido expulsada de la Zona Euro y se les devuelva su préstamo en pesetas o euros españoles. Y ¿por qué no les gustará recibir en pago moneda española? Porque saben que la futura moneda española, cualquiera que sea su denominación, se habrá devaluado entre un 35% y un 50%, que es el porcentaje de devaluación que los expertos estiman que necesita la economía española para recuperar su competitividad frente al exterior”.

Este apunte es muy interesante. No demuestra que la explosión de gasto público que siguió al estallido de la crisis económica no haya agravado la situación, pero sí es interesante por cuanto añade un elemento de preocupación legítimo, y probablemente cierto, de muchos inversores extranjeros. Al fin y al cabo medios como The Wall Street Journal apuntan a la posibilidad de que España salga del euro ya desde 2008. ¿Por qué no iban a temer en una vuelta de España a la peseta?

Pero no es el momento este de explicar el fracaso, todavía una vez más, de las políticas keynesianas y mal llamadas anticíclicas de gasto público. Quizás sí de señalar que el envés de ese razonamiento también es erróneo. Y lo es porque Balmaseda lo asume plenamente. Es el argumento de que las políticas de ajuste fiscal deprimen más la economía. En primer lugar, no parece razonable que el gasto público sea insuficiente en Europa. Más bien es excesivo. Y el gasto público lo que hace es detraer recursos de otros usos hacia los que decide la Administración. Su destino, por lo general, no será más sino menos productivo que el que elegiría la economía privada. Y, además, será más volcado hacia el consumo, mientras que lo que fomenta el crecimiento es el ahorro. Un reciente informe del Banco Central Europeo muestra que hay una relación de conflicto entre gasto público y crecimiento. Por otro lado, lo que ha hecho Europa no es reducir el gasto, sino sobre todo subir los impuestos. Lo apuntaba no hace muchoThe Wall Street Journal. Esa es la explicación principal de la recaída de la economía europea.

Y llegamos, de este modo, al núcleo del artículo, cuando habla de la salida de la situación. Hay tres. La primera es la unión de Europa en un solo gobierno. Cómo solucionaría los problemas una plena unión política no está claro. Balmaseda no lo explica, quizás porque lo descarta de inmediato, por considerarlo políticamente inviable.

Lo que queda es una vieja discusión. La vía ortodoxa del ajuste, que es la llamada “devaluación interna”, y la que proponen keynesianos y monetaristas, que es la devaluación monetaria. Balmasedase decanta por esta última. Como no es posible dentro del euro, el autor propone que, de un golpe de mano, España salga del euro y devalúe su moneda, o permita que el mercado lo haga.

Por algún motivo, Balmaseda relaciona la devaluación interna con la reducción de la demanda y con el desempleo como vía hacia la competitividad. La devalución monetaria (o devaluación externa) lograría el mismo objetivo buscado, la recuperación de la competitividad, pero por una vía más rápida, expeditiva, sencilla y efectiva. Y menos traumática. ¿Quién no abrazaría una opción así?

El problema es que los dos procesos, la devaluación monetaria y la “devaluación interna” no son equiparables. La devaluación monetaria reduce automáticamente los precios nacionales y encarece los precios exteriores. Y, lo que es fundamental, lo hace de forma proporcional. La devaluación interna no funciona así. Unos precios bajan enormemente, otros lo hacen menos, algunos se mantienen y aún otros pueden subir.

Esto último puede parecer caótico, frente a la elegante caída proporcional de los precios nacionales frente a los foráneos. Pero no es así en absoluto. En la etapa del boom hay empresas, proyectos y sectores que han crecido amparados por un crédito excesivo, pero que de otro modo habrían sido ineficientes. O han alcanzado un valor que no les correspondía. Estos son los que tienen que ajustarse de verdad. Y estos son los que se ajustarían mediante el lento, doloroso, pero real ajuste que se produciría con una devaluación interna. Los proyectos ineficientes cierran o se transforman para ser eficientes.

Con una devaluación monetaria, tan elegante sobre los modelos trazados, por ejemplo, por Milton Friedman, no ocurriría así. Se reducen las compras en el exterior para toda la economía, para las empresas eficientes o ineficientes a la vez. El mercado se repliega. Todos pierden, eficientes e ineficientes por igual. Mientras que con la “devaluación interna” quienes pierden son los que han dejado de aportar a la economía, mientras que se premia a quienes siempre aportaron valor. Además, la devaluación monetaria introduce otros elementos distorsionadores, y generan una desconfianza en el país que lastrará su crecimiento por otras vías.

En definitiva, no hay cortocircuito que valga al ajuste real de la economía. Es penoso y, dada la regulación laboral y otras, más lento de lo que podría. Pero es el más auténtico y el que menos males crea añadidos.

Fuente: El imparcial



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