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Un euro, 166 pesetas

En Europa son la extrema derecha y la extrema izquierda quienes piden abandonar el euro, como se oye en las elecciones francesas. Movidos por un nacionalismo egoísta o por un obrerismo trasnochado que culpa al euro de la crisis, el paro y el empobrecimiento general.

Yo defiendo lo contrario. Cuando en enero de 2002 se puso en marcha la moneda única, culminaba un proceso que arrancó en 1995 con once países y que a fecha de hoy se ha incrementado hasta diecisiete estados que constituyen la eurozona.

Desde aquel mes de enero Europa vivió un intenso proceso de integración política de unas naciones secularmente enfrentadas en innumerables conflictos. La disciplina monetaria trajo el saneamiento financiero y un crecimiento estable durante el más largo período de la historia económica europea.

Hoy, los teóricos del abandono del euro, nostálgicos de la peseta, manejan una subida de precios en diez años superior en un 8% al aumento de los salarios y deducen de ello que el euro perjudicó al consumidor español en beneficio de los grandes capitales.

Esos nostálgicos olvidan el ahorro en tipos de interés durante todos estos años. Mi primera hipoteca pagó en 1988 casi un 18% cuando hoy pagaría un 4,5%. La inflación en España en la década de los noventa no bajaba del 6% cuando hoy nos preocupamos por un 3%. Todo eso contribuyó a nuestro desarrollo y bienestar económico, aunque algunos no lo quieran reconocer.

Ciertamente, la crisis ha hecho perder confianza en la moneda y es difícil encontrar un medio de comunicación que no especule con la destrucción del euro y la vuelta a las divisas nacionales. Pero el euro no es el responsable de la crisis, sino la irresponsabilidad de los gobiernos que permitieron la acumulación de cifras astronómicas de deuda y déficit.

¿España fuera del euro? Lo añoraríamos inmediatamente. Crisis bancaria fulminante, masivas salidas de capitales y retiradas de fondos. Es cierto que al devaluar un 30% la improbable «neopeseta» mejoraría nuestra competitividad, pero inmediatamente la deuda exterior de España se encarecería en esa proporción haciendo imposible conseguir dinero fuera. El coste de recuperar la peseta alcanzaría un 25% del PIB. La ruina.

En resumen, esos aprendices de brujo que predican para España la salida del euro no nos acercan al Reino Unido o Suecia, sino a Argentina y su «corralito». Mejor no les hacemos ni caso.

Fuente: lne

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